Ciberantropología, etnografía virtual, etnografía digital, antropología del ciberespacio, etnografía del ciberespacio, etnografía web… Llámalo como quieras. En definitiva, la apasionante condición del ser humano manifestándose a plena potencia en el escenario de un mundo tecnológico e hiperconectado.
Internet nos ha cambiado. Ha implantado en nosotros nuevos modelos de relación y de colaboración. Escribimos de otra manera, hablamos de otra manera, compramos de otra manera… Crecemos de otra manera.
Muchos de los comportamientos del usuario, pueden extrapolarse a los fundamentos más primitivos del ser humano. Parámetros como el tiempo, la corporeidad y el espacio, han servido siempre para medirnos, pero ahora han dado un paso gigante en muy poco tiempo. Si hablamos del tiempo, nuestros antepasados invertían gran parte del suyo en la obtención de alimentos y bienes básicos.
Eso ocupaba una porción gigante en el tiempo de vida de una persona y ahora ni siquiera pensamos en ello más de un par de clicks por semana cuando hacemos la lista de la compra en la aplicación de nuestro supermercado. Un supermercado que ha llegado un momento que no necesitamos ni pisar.
Nuestra constante adaptación a los grandes y progresivos cambios tecnológicos, pone de manifiesto un extenso abanico de conductas. Los cambios culturales, políticos, económicos, etc… que encontramos online, dirigen el desarrollo de la sociedad actual.
El debate sobre si internet amplifica lo peor o lo mejor de nosotros, es lo que nos lleva a intentar explicar esos comportamientos. Y por lo visto, no podemos plantear respuestas sin echar mano a lo que ya sabíamos a cerca de nuestra naturaleza humana. ¿Qué sucede cuando las virtudes y los defectos de la raza humana se topan con una plataforma de difusión de semejante calibre? ¿Nos hará cambiar eso? ¿Cuánto? ¿Cómo?.
Algo tan simple como los «likes», ha supuesto un tsunami social. La empatía, la comprensión y la atención (p.ej.), siempre nos vinieron dadas desde nuestro entorno más cercano. Ahora se amplifican a través de múltiples interacciones en las redes sociales. La necesidad de recibir esos estímulos, ¿hace que las personas se aíslen de sus fuentes originales? ¿o por el contrario sirve de entrenamiento y lanzadera para aquellas que de alguna manera estaban aisladas por no tener desarrolladas sus habilidades sociales? ¿sabemos compatibilizar? ¿acabaremos solos como la una? ¿nos deshumanizamos o es lo contrario?.
Muchas de estas apasionantes preguntas y sus posibles respuestas, las ofrece la antropología actual. Tras mucho leer, creo que no se puede hablar de nada de esto sin contar con el soporte de la psicología, las neurociencias o incluso la historia. Tengo la sensación de que este es un campo donde sus expertos saben lo que estudian, pero no conocen el medio, porque no llegan a abarcar todo su potencial real, así que realmente no pueden prever consecuencias en un entorno tan cambiante. (¿Quién podría?). Quizás sea precisamente eso, lo que lo hace tan increíblemente interesante.